Aplacado el mar de leva de las elecciones
presidenciales, el primer tema reencauchado desde palacio fuel el de colocarle
fin a la reelección presidencial y ampliar el periodo de la primera
magistratura a 5 o 6 años. A raíz de esto salieron opiniones de todo tipo,
todas validas en el ajedrez de la democracia, entre ellas la que alegan que
acabar la reelección por parte de un presidente reelecto es un acto de doble
moral, a lo que un periodista radial recordó que se colocó sobre la mesa la
ampliación del primer periodo de santos a 2 años y acabar automáticamente la
reelección presidencial y así darle más chance al proceso de paz que adelanta
el actual gobierno, sin embargo la respuesta fue crucificada por buena parte de
la opinión pública, por lo que el presidente opto por la reelección para así
continuar su proceso de paz y adelantar la propuesta de fin a la reelección y ampliación del
periodo; por lo que se insinuaría que este acto no sería de doble moral, sino
de estrategia ante las circunstancias. Otros consideran que no es
necesario más de 4 años y un grupo muy
importante de líderes de opinión y de la opinión pública consideran que 4 años
e incluso 6 no son suficientes para adelantar las reformas que cada gobierno
quiere. Para analizar estas posiciones,
es necesario hacer algunas apreciaciones:
Nuestra conciencia política nacional se empezó a
estructural con la figura del caudillismo, personaje que en un momento
histórico aportó positivamente al llevar a las masas al tener un interés en el
tema y una conciencia colectiva. Si el caudillo es el que encarna el sentir de
un pueblo, es apenas entendible llegar a concluir que el individuo de alguna
manera debe perpetuarse para hacer los cambios que desea un pueblo.
En el país, para no hablar de los cambios que ha
habido en el mundo sobre ideología
política, las últimas reformas han ido dirigidas a fortalecer los partidos y
las plataformas programáticas entre otras, por encima de los individuos. Este
espíritu de las últimas reformas, las cuales introdujeron el sistema de D´Hondt
(umbral y cifra repartidora) y con este el aumento del estatus de los partidos;
no es entendible ante el sentir caudillista, mesiánico y personalista. Las
reelecciones (sobre todo las inmediatas) y los periodos de 5 y 6 años van en
este sentir.
Es de recordar que el culto a la personalidad ha
traído nefastas mutaciones en la arena política, como lo son los fanatismos
ideológicos y el Caciquerio en las regiones, estos últimos con practicas perjudiciales
como la compra de votos y otros tipos de compra de conciencias; la perpetuidad
en el poder ha traído desvíos en los planes de gobierno como se concibieron en
un inició, pasando por corrupción, porque entre más estés en el poder más
poderoso eres, y como nos enseña la ya conocida frase que aplicaría para este
caso, “el poder corrompe”.
Ante todo lo planteado anteriormente, debemos
pensar en el fortalecimiento de las plataformas ideológicas de los partidos,
las ideas sobre las personas, los colectivos que construyen sobre el caudillo
que soluciona, y ya en el orden administrativo, el fortalecimiento de las
políticas de estado, construir sobre lo construido sin importar el modelo de
gobierno que estuvo antes y del nuevo gobernante. Solo con esa visión se puede
avanzar en una republica moderna que avance indeteniblemente al progreso, sin
el desgaste de cuadros políticos, con relevos de personalidades y hasta
generacionales, sin importar que el primero duró solo 4 años pero el segundo
trajo la misma plataforma en algunos casos o en el caso de ganar las ideas
contrarias, el que llegue sepa que no se
debe destruir en lo avanzado y la idea es de fortalecimiento estatal y de las
políticas que beneficien a todos.
Y así se podría pensar que 4 años si son
suficientes, sin optar por reelegirlo inmediatamente o pensar en un único
periodo de 6 años cuando se tiene estructura partidista, estatal y cuando todos
en el quehacer democrático hablen el mismo idioma, el del avance.