Se llegó al 25 de octubre
con las expectativas de unos y otros bandos quienes tenían dos maneras
distintas de mirar la situación. Por un lado los ciudadanos inclinados a
Peñalosa, con el temor de que se repitiera el carrusel de la contratación si
quedaba la candidata del mismo partido de Samuel Moreno. Por el otro lado, los
ciudadanos inclinados a Clara Lopez con el temor de la perdida de los logros
sociales de los últimos 12 años, el miedo al resurgir de los bolardos, las
malas lozas de Transmilenio y muchas otras cosas que la conciencia colectiva
olvidó y los medios nunca dijeron y menos desempolvaron para este debate. Por
el centro (y que me perdonen los alternativos)
un Pardo que logró confluir en su campaña Polistas, Peñalosistas y
Uribistas en rehabilitación. En el último rincón del debate de los opcionados
un Francisco Santos tratando de recular el discurso reaccionario de su partido,
un “Centro Democrático” que cada vez pierde más terreno en Bogotá y todas las
regiones.
Peñalosa que a partir del 25
de octubre se convirtió en un nuevo ejemplo para patéticos libros de superación
personal luego de su historial de derrotas a sus aspiraciones a la alcaldía
contra Mockus, Samuel moreno y Gustavo Petro; sin contar derrotas en unas
elecciones parlamentarias, la consulta del Partido Verde de hace 5 años y la
reciente y estrepitosa caída en la campaña presidencial de 2014 donde ocupó el
último lugar entre los candidatos. Supo llegarle a una ciudad que si bien es la
más crítica en el país, todavía no se ha curado del todo del mal nacional del
apoliticismo.
Supo recoger la matriz de
opinión encubada durante 12 años por el poder mediático, el cual durante todo
ese tiempo no mostró los logros en inclusión social, ofrecidas por las 3
últimas administraciones, a los menos favorecidos y si resaltó algunos errores
y creó algunas crisis, supo recoger electoralmente los anhelos de una clase
media (sin decir que así es toda la clase media) que se deja seducir por la
idea de que el progreso es simplemente tener carro y un alcalde que construya
muchas vías y ya. Supo mantener esa sociedad bogotana que pegó el sticker de su
campaña en autos de alta gama.
Fuera del gol anotado por la
campaña Peñalosa ya previamente estuvo la dificultad de la destitución de
Gustavo Petro y la posterior defensa de la administración, que en términos
futboleros, es como jugar con un hombre menos, y esto por supuesto afectó el
resurgir de cualquier proyecto alternativo que pretendiera la conquista del
Palacio de Liévano.
Pero no todo fueron goles de
los sectores contrarios a las políticas alternativas, también hubo autogoles.
Años atrás el Polo Democrático cometió el gran error de no sentar posición ante
las irregularidades de la administración de Samuel Moreno. Por otro lado la
falta de visión de Petro, para ayudar desde su imagen y desde el poder a crear
estructura partidista, y una actitud de “no me importa” lo que venga, luego de
haberse mantenido en el cuatrienio; catapultó al retroceso el proyecto
alternativo en Bogotá. Esto sin contar con la demorada adhesión del progresismo
a la campaña de Clara Lopez. Adicionalmente se vio en los eventos públicos una
campaña que pareciera evocar el martillo y la hoz lo cual, con respeto a los
que piensan así, es un estilo de práctica política que no seduce a las grandes
mayorías.
Ahora lo que tenemos al
frente es una nueva administración a portas de realizar nuevos estudios para
cambiar el libreto del Metro Subterráneo al Metro Elevado, lo cual por las
experiencias previas de la ciudad, puede significar un atraso de 15 años en el
proyecto Metro. Un nuevo alcalde que habla de los dientes para afuera de que no
sólo es dar subsidio, también es enseñar a los pobres a pescar lo que en
traducción sería el componente de inclusión social, tocaría ver si un alcalde
que ya se caracterizo por ser administración del cemento podrá triunfar en ese
aspecto sin ayuda de los que saben del tema como por ejemplo todas las personas
que hoy trabajan en la Secretaría de Integración Social.
Queda un sector político
alternativo en Bogotá que sumada las votaciones al concejo de la ciudad generó
la cifra de 577.537 votos, la cual a
futuro preocupará a alguien en un coctel en el Club El Nogal. Por último, a
Bogotá le espera un papel protagónico en el posconflicto, tanto por el arribo
de desmovilizados, como por los movimientos de victimas que ya se encuentran allí,
lo que representa un reto y un termómetro para la nueva administración, los
partidos de oposición y la sociedad civil de la capital.
No hay comentarios:
Publicar un comentario